Suena el carillón de La Merced
y alas de palomas silban en el aire quieto de la plaza.
Taladran a tu paso las campanadas.
El cañonazo estalla a las doce
y a tus doce pasos los vibratos.
Tu voz toca su flauta
de pífanos y timbales que trepanan el aire.
De las cornisas
los hombres te cantan a coro
y de altos edificios braman sus tenores.
El rumor de tus pasos
suena a insectos bulliciosos y a microbios.
Al bramido inmaculado de sinfónicos motores
toda la ciudad te escucha
y en un vacío sordo a ti
está el cornudo que te ama.